Praesentia: Reseña de Te prometo no hablar de ti en pasado (Capulí de obrería, 2024)[1]

Desde la muerte de mamá ningún deseo de “construir” —salvo en
escritura. ¿Por qué? Literatura = única región de la Nobleza (como lo era mama).
                                                Diario de duelo, Roland Barthes

La muerte de una madre, como acontecimiento extraordinario en la vida, pone en marcha un trabajo de revisión de la realidad y sus verdades. Este trabajo surgido en el proceso del duelo consiste en la conciencia de ver al ser amado como alguien que ya no existe. Esta conciencia le demanda al sujetx el abandono de los lazos libidinales que ha construido en torno a su madre[2]. Sin embargo, lejos de consentir este proceso, el sujetx se niega a aceptar el mandato de la realidad que exige la creación de la persona amada como ausencia. El dolor surgido en esa lucha y el desconcierto ante un nuevo orden de cosas aparecen en los poemas de Te prometo no hablar de ti en pasado (Capulí de obrería, 2024), la pregunta por la madre que se ha ido y la espera por un retorno imposible —¿Vas a regresar a casa para el almuerzo? (….) ¿Vas a regresar a casa para mi cumpleaños? —  constituyen una de las problemáticas centrales del libro.

Es este dolor, el abrazo que se ha roto y solo pervive en fotografías, lo que pondrá en marcha el trabajo poético, ¿cómo se lucha contra las fuerzas de la muerte y el olvido? ¿cómo se metaforiza la pérdida y se conjuran los mandatos del deseo? Los poemas transitan estas preguntas en medio de un mundo que en ausencia del ser amado parece volverse opaco pierdo mis plumas / silencio mi cacareo / la vida no continúa.

Situada en el caos de una ciudad precaria que convoca a la muerte y a la enfermedad mental,  la presentación de los espacios remite a imágenes cotidianas cargadas de alienación y pobreza: ¿Tendrá veinte céntimos para un pan? / baila un hombre / al costado de otro / disfrazado de vaca—, el yo poético busca asirse. Si la enfermedad de la madre es como un huaico que amenaza con arrasarlo todo, la ciudad se acompasa perfectamente a su ritmo impasible. En ambos casos hay una búsqueda por sobrevivir a un estado de cosas tangible.

Frente a esta realidad, el recuerdo en forma de memoria fotográfica o genealogíase sitúa como elemento capaz de sostener al ser amado y de situar al yo poético en su presente histórico y social. Si bien Te prometo no hablar de ti en pasado es un libro como una fuerte impronta autobiográfica (Mamá me enseña a limpiar la refrigeradora), este recuerdo también aparecerá como invención metafórica (Ejercicios para la memoria marina). En ambos casos permitirá la reconstrucción de una historia familiar que se piensa desde un pasado que empuja el futuro (Antes de que mueras) y que permite habitar el presente.

Los procedimientos literarios que utiliza  Claudia Risco están centrados en la construcción de este presente enmarañado (recuerdos del pasado mañana), eminentemente limeño -los poemas se sitúan fuertemente espacial y lingüísticamente-, caótico, que fuerza cualquier relación humana a la oferta y la demanda (tu cabeza equivale a un kilo de cebollas moradas) pero que atravesados por la mirada tierna de la poeta tienen la posibilidad de crear un futuro —Aquí construimos caballitos de piedra / con la esperanza de que algún día cabalgue—, una instancia que conjure la amenaza del pasado como olvido.

Es a partir de esta tensión primaria entre pasado y futuro que aparece la palabra como elemento necesario para producir una nueva realidad.  La forma de concretar el acto de presencia (presentia es la raíz que origina presencia y presente) es por medio de la promesa: el huaico me llevará, dijiste / solo tienes que decir mi nombre / y me haré presente. La promesa como acto performativo materializa la voluntad de recuerdo y crea un pacto entre el yo poético y su madre que asegura la permanencia de ambas en el presente: antes de terminar el descenso / agradezco que me enseñaras a hacer / avioncitos de papel / tu recuerdo me regresa a la cima.

Así, si el fin del duelo sería la aceptación de la realidad, es decir, la creación del ser amado como ausencia, los poemas operan a contrapelo: el fin del duelo es la aceptación de una presencia que trasciende las imágenes inmóviles de las fotografías y permite materializar simbólicamente un abrazo capaz de resistir a los embates de la muerte y la ciudad. Si la pregunta central del duelo consiste en cómo no perder al ser amado, la literatura resguarda y perenniza la vitalidad de la madre -que incluye el descubrimiento de una genealogía-, su presencia omnipresente que sigue sosteniendo la red de afectos de quienes atraviesan el duelo -la hija, el padre- y que crea una instancia de vida, de un consuelo capaz de hacer florecer plantas en el asfalto.


[1] Esta reseña nace del propio proceso de edición de Te prometo no hablar de ti en pasado del que fui parte, del diálogo con la poeta Claudia Risco y también de las charlas y los intercambios con Lía Ramírez junto con quien nos adentramos en este mundo que significó la escritura y edición de estos textos. Y sobre todo, de pensarlos a partir de la elección de una propuesta estética relacionada con el libro: la portada, su tipografía, entre otras. Algunas de las ideas que aquí aparecen son producto de ese intercambio.

[2] Duelo y Melancolía (Freud, 1917)

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Estrella Morales Aguirre es peruana y reside en Buenos Aires. Se licenció en Letras por la UBA. Actualmente es docente y co-dirige la editorial independiente Capulí de obrería. 

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