Bríos de la poesía tusán en la voz de Nilton Maa y Fanny Jem Wong

La literatura tusán, como se denomina a la literatura desarrollada por los ascendientes de chinos en el Perú, ha tenido en las últimas décadas un notable desarrollo en la voz de sus escritores, sobre todo en aquellos dedicados a la poesía. Si antes se tenía nombres puntuales, pero memorables como Sui Yun o Julia Wong, ahora el panorama crece gracias a la presencia de poetas como Alex Chang, Miguel Sanz, Jorge Castillo Fan, Vedrino Lozano Achuy, entre otros.  En el año del Bicentenario de la Independencia y a 172 años de llegada de los inmigrantes chinos al Perú, podemos afirmar que la literatura tusán crece y deja huella con una visión de mundo exquisita, en la que se abraza lo peruano y lo chino.

En esta nota, nos detendremos en dos poetas tusanes cuya poesía plasma con delicadeza la reflexión introspectiva, la espiritualidad y la naturaleza desbordada en luces y sombras: nos referimos a Nilton Maa y Fanny Jem Wong. Ambos poetas, bastante conocidos en la comunidad tusán y en el medio literario, son sin duda poseedores de una sensibilidad única que encandila.

Empezamos con Nilton Maa, cuya incursión literaria se ha dado hace pocos años. Nilton Maa (7 de diciembre de 1988) es un actor y gestor cultural. El 2020, publicó su primera novela titulada “Imperio de sombras” y está próximo a publicar su primer poemario. Ha sido finalista en el concurso de poesía “El Mar”, organizado por la embajada de Taipei en Perú y ha ocupado el segundo puesto en el concurso internacional de microrrelatos “La cruda brevedad. Literatura en tiempos de colapso”.

Su participación en varios portales de poesía como Santa Rabia Magazine y la pronta publicación de su primer poemario, motiva a comentar dos poemas suyos titulados «Vuelo de aves» y «Letanías». Nos detenemos en el primero:

Vuelo de aves

Graznan sobre las rocas,
con sus ojos puestos sobre mí
me llaman sin piedad.

Las piedras crujen 
al ritmo de la marejada,
tentáculos tenebrosos
me engullen como penumbra.

El cielo esconde sus luces,
abrazo mis rodillas
perdido en la distancia.

Donde la niebla se esconde 
va muriendo el atardecer,
pierdo mis sentidos en el horizonte,
se extienden mis brazos
como alas que remontan el firmamento.

Ha caído mi corazón 
bajo el vuelo de los graznidos.

Vuelvo la mirada sobre mi cuerpo;
negra está la bahía
donde fui marcado por el olvido.

Aleteos en espiral a través de la noche,
vuelve a mí tu recuerdo,
vuelvo sobre la espuma,
sobre los golpes del mar,
buscando lo que fui.

La poesía de Nilton Maa respira por momentos desesperación. En este poema, en particular, las imágenes de una naturaleza hostil arrasan el espíritu y conmueven por el drástico giro que da al ambiente. El yo poético se encuentra perdido y juzgado por las aves, en una lucha violenta de miradas que son las miradas de los otros frente al sujeto, de la sociedad frente al individuo. En este ambiente que colinda con violencia (Las piedras crujen (…) /tentáculos tenebrosos / que me engullen como penumbra) existe una aceptación del tiempo perdido y la aceptación de una realidad adversa sin lamentos. No es el eje central el sufrimiento como sí la manera en cómo se confronta esto. De hecho, el vuelo de las aves, perturbador en un inicio, se convierte en una lección para surgir de nuevo o para encontrar precisamente aquello perdido. Solo entonces la mirada a las aves se convierte en la mirada al cuerpo mismo y la introspección de su escisión. La pérdida del ser amado cala en el alma, en el cuerpo, pero el yo poético recoje la lección y prosigue . En «Letanías» podemos ver otra vez al cuerpo como expresión de las cuitas del yo poético, pero está vez violentado en sí mismo y no regenerado.

Letanías

Has cruzado la línea del tiempo
para encontrarme aprisionado
en esta falacia.

Los jugos agrios 
de órganos deprimidos 
vienen a mi boca,

los desecho con dolor 
a través de mi garganta.

Una y otra vez 
recurro al suelo,
a la complicidad de la noche.

Me avergüenza ser visto
por tus ojos vacíos,
que te claves en mis cuencas
masticando tu reproche.

Uno a uno 
se acumulan los lamentos.

Arrepentidos, mis ojos perecen.

Palabras y más palabras
enmudecen entre mis labios.

Me voy con el flujo del agua.
Lleno de bilis las fosas nasales.
Escupo sin expulsar mi vergüenza
y vuelvo a las sábanas,
bajo el arrullo del viento.

¡No me veas!

No evoco tu memoria,
para verme a mí mismo,
manchar nuestro apellido.

No, tampoco deseo que te vayas.

Hipocresía matizando mis palabras.

Una vez más,
elevo mis letanías, 
todas cargadas de mentiras,
de deseos que se esfuman
cuando siento 
que te has ido.

 El trastocamiento del organismo surge como atisbo de esta desesperación que otra vez asoma desde los primeros versos. El movimiento líquido al interior del cuerpo a través de imágenes descarnadas («los jugos agrios/al interior del cuerpo deprimido» ) plasma bien esta sensación de ahogo frente a la vida. Y así, el yo poético, pone en juego una lucha interna de un cuerpo que es resonancia del alma ahogada, aprisionada de sus propias emociones.  Al igual que el poema “Vuelo de aves”, la interpelación viene del otro. Una presencia omnipresente y ausente que, sin embargo, cierne su mirada al sujeto. Por la mención «no evocó tu memoria / para verme manchar nuestro apellido», la relación interpersonal y el conflicto se deduce como familiar. El peso de lo que representa la familia, una comunidad o una sociedad, perfora la subjetividad del sujeto, a veces impotente e inseguro de lo que esperan el resto. En este conflicto de aprobación, reconocimiento y reflexión de la vida, los poemas de Maa son una espiral de tensiones sentidas con solemnidad, con sentido reflexivo y sin patetismo. La presencia de los ojos adjetivados como «ausentes» o «perecibles» son los testigos impotentes de una realidad que avasalla al hombre. Hay que reparar, por último, en el juego del ser y parecer que alude los últimos versos. Y es que, en efecto, la relación con los otros se delinea sobre la base de la farsa, debido a la infructuosa posibilidad de comprensión.

Tanto en «Letanías» como en «Vuelo de aves» se puede reflejar con efectividad los problemas de las relaciones interpersonales, los gestos de lucha y reconciliación que se dan en sujetos diferentes, tal vez no comprendidos en la real dimensión que compete conocer a alguien. Se ama y se odia, se añora y rechaza: ese parece ser el sentir de ambos poemas que viven la experiencia de este sinsabor. Y en este mismo sinsabor delinean su identidad y respuesta frente al mundo. En razón de eso, la violencia del cuerpo que se apoderan de los versos rompen la estabilidad del silencio palabras.

Por otro lado, la poesía tusán también se ve representada en la voz femenina de Fanny Jenn Wong (29 de julio de 1964). Ella ha llevado la Maestría en Psicología Educativa por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado dos poemarios Haikus (2018) y Péndulo Amarillo (2019), los cuales han tenido una buena recepción crítica. Cabe mencionar además su participación en varias antologías y el papel destacado de gestora cultural dentro de la Sociedad de Amantes del País.

Como cultivadora del haiku, Fanny Jem Wong sigue el legado de muchos poetas peruanos que, desde hace décadas, se han sentido encandilados con la composición del haiku. De hecho, sin ir muy lejos, el intelectual Pedro Zulen, también de ascendencia china, tiene en su autoría unos haikais de corte romántico. No debe sorprender, por tanto, que escritores tusanes hayan encontrado en el haiku una forma de expresión poética y también, dicho sea de paso, un vínculo con lo asiático que envuelve su propia identidad. En ese sentido, la poeta plasma ese encuentro con lo oriental a través de la creación de un mundo representado mágico, con toques de erotismo y una sensibilidad femenina que pocas veces hemos visto en la escritura haiku peruana.

En esta ocasión, nos detendremos en Haikus (2018), poemario publicado en la revista Palabra en Libertad. Considero que es un buen inicio para adentrarnos en su poesía y que además tiene el encanto de ser un disfrute de los sentidos. En cada uno de los 80 haikus, los sonidos, colores y texturas de la naturaleza surgen para albergar al individuo y reconciliarlo, siendo este poemario un viaje para atravesar las sombras y derroteros de la vida. La ubicación de cada haiku ha sido pensado, precisamente, para traernos las emociones alrededor de este viaje. El haiku XI, por ejemplo, plasma esa experiencia del cuerpo frágil que sufre dolor y desamparo:

XI

Cuerpos desnudos

purpúreas agonías

ríos de sombras

La escritura de Fanny Jem Wong, al igual que la de Maa, considera el cuerpo como punto de partida para la transformación y el viaje interior de sujeto. No obstante, la poeta vuelca su reflexión además a la escritura poética, la cual se vuelve protagonista en el haiku IX: «mares de roja tinta / pariendo versos»(p. 13). La alusión a la maternidad como creación poética está presente y es parte de una sensibilidad femenina que es voluptuosa, erótica y amorosa. Este yo femenino transita por los recuerdos y es de ellos de donde encuentra la vitalidad para seguir el viaje. La cultura china aparece sutilmente en esto, según se observa en el haiku VIII:

VIII

cantos de niños

esferas saltarinas

danza el jazmín. (p. 12)

El jazmín cobra vida a través de movimientos briosos que se acompañan de la niñez y su ejercicio lúdico de saltar y cantar. La cultura china asoma aquí s para, a ritmo del aroma de jazmín, delinear la experiencia del yo poético. Debido a eso, podemos entender que la escritura es una vuelta al recuerdo que arropa y enternece.

En el trayecto de este viaje construido con magia, existen fronteras espaciales que demarcan la vida de la muerte, la alegría de la triste y la luz de la oscuridad. Tenemos por ejemplo el contraste entre el haiku XXXVI donde «caen del cielo/sobre la almohada/lágrimas rojas» y el haiku XXXVII que dice «pasan por miles /golondrinas en vuelo». El vuelo de golondrinas que alude a altura es opuesto a las lágrimas rojas que caen. Arriba y abajo son las dimensiones espaciales en donde se puede tejer las expresiones del yo poético que fluctúa en este vaivén de lo triste, lo alegre, la libertad, el encierro, el color vivo, el color gris. Son imágenes que no se plantean antagónicas sino complementarias, como la vida misma en su trayecto.

El haiku es una expresión contemplativa del mundo y la poeta ha sabido traer a la escritura esa contemplación con madurez, sabiduría y sencillez. El yo poético abraza la naturaleza porque encuentra en su canto musical, su color y su tacto un bálsamo. Cierto es que también se ven imágenes de esa naturaleza salvaje e impredecible como en el haiku LX (» leños húmedos / cielo quebrantándose / intenso frío» ) o el haiku XLV («mira la yerba / palpitares oscuros/ nubes de humo»). Sin embargo, a pesar de esta impresión que habita en el recorrido se sigue apostando por la naturaleza madre: símbolo de esperanza, vida y sueños. Acogedora además de cultura e identidad. En este viaje, la cultura china está presente varias veces, pero alejada del ornamento sobre el que se construye el exotismo. En este juego de yuxtaposiciones que supone la secuencia de haikus, el haiku LXIX se opone al LXX debido a la muerte que presupone caer en lo artificios. Podemos observar así al marfil y la porcelana (elementos orientales) como un tesoro insuficiente, dañino y poco acogedor.

LXIX

puerta de marfil

lanza de porcelana

joya que mata (p. 68)

Junto a ese, por el contrario, el siguiente poema se vuelca sobre lo natural y el poder que arrasa su movimiento. Como vemos, los haikus tienen una predisposición narrativa de contar un trayecto y una reflexión respecto a los antagonismos de la vida. También se vivifica la experiencia espiritual, punto central del haiku, a través de la naturaleza interceptada por la cultura, la memoria y la identidad. Por último, en este disfrute de los sentidos que nos plantean las imágenes, siempre el ascenso es visto como crecimiento y victoria frente a los derroteros de la vida. Para ejemplificar esto, Fanny Jem Wong apela a una flor que simboliza la espiritualidad budista: la flor de loto. Aquella flor, que representa el ascenso del espíritu y desprendimiento de lo terrenal, es acaso el mejor ejemplo de este viaje donde se abraza la naturaleza y se opta por purificar el alma. El mejor tesoro es la iluminación del espíritu:

LXXIV

Flores de loto

fango ennegrecido

joyas de luz. (p. 63)

Como vemos, en estos dos poetas tusanes encontramos una reflexión introspectiva del sujeto. Con solemnidad, las voces poéticas revelan en sus poemas los derroteros de la vida: el lugar de la muerte, la tristeza o el desamparo; derroteros que son vivificados en la naturaleza para luego ser reconciliados también en estas. Cada uno de los poetas tienen una voz particular y un vínculo con la naturaleza diferente. En la poesía de Nilton Maa este es un indicativo de conciencia y transformación; de lucha con los otros y afirmación de una identidad que vuelve a ser propia. Por otro lado, en la poesía de Fanny Jem Wong la naturaleza es el marco de un viaje espiritual, punto sensorial para percibir y aprender, sin perderse en el camino. En cuanto a la cultura china está presente en un aura sutil, en fragmentos de la vida, los recuerdos y las relaciones sociales. Se marca una visión de mundo meditativa, del perderse para encontrarse y del atravesar las sombras.

Finalmente, los invito a ver más de la poesía de los Fanny Jem Wong y Nilton Maa en sus blogs personales.

Fanny Jem Wong:

https://fannyjemwong.wordpress.com/

Nilton Maa:

https://niltonmaa.blogspot.com/?m=1

Bibliografía

Jem Wong, Fanny (2018).Haikus. Palabra en libertad, 20 (196).
Urbina, Elí (1 junio 2020). Nilton Maa-Letanías. Lima: SantaRabia Magazine.https://santarabiamagazine.com/nilton-maa-letanias/

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