Narrativa internacional: Juan Carlos Vásquez (Venezuela)

Juan Carlos Vásquez, Valencia, Venezuela. Ha participado en volúmenes colectivos y antologías en México, Chile, Estados Unidos, y España. Formó parte del grupo cultural Spanic Attack (Nueva York, 2004); The Hall (Miami, 2001) y del proyecto literario y artístico Mirages from an Unreal World by Laura Orvieto, Author house (New Jersey, 2010). Es autor del libro de relatos Pedazos de familia (Ediciones Estival, 2000). Responsable de HD Kaos. Obtuvo distinciones en los Concursos de poesía pro lingüístico y multimedia Premio Nosside (Calabria, Italia), ediciones 2005 y 2006. Finalista del concurso de microrrelato «Guka» Buenos Aires, 2018. Fue seleccionado para formar parte de la Antología The World’s Greatest Letters 2021. Bilingual Anthology English – Spanish. Actualmente trabaja en el libro,“Invulnerables”, una selección de relatos escritos en diversas épocas y ciudades. Vásquez se trasladó a la Florida en 1999. Desde entonces ha vivido en Tampa, San Francisco, Nueva York y otras ciudades de Estados Unidos y España.

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Del día a día

         Como todos los días a la misma hora salí, tomé el tren, me bajé en la estación y caminé unos cuantos metros hasta el almacén para controlar los libros de entrada y salida mirando la lista de proveedores, los datos fiscales, cuidando cada detalle hasta ese ansiado instante que marcaba la salida. Llegada la hora entrábamos automáticamente en comedores que siempre daban a otros comedores hasta encontrar al grupo de trabajo. En la mesa habían empleados de todo tipo: los callados, los soberbios, los indiscretos que presumían de saberlo todo. Me invitaron a la coronación de la virgen, pero la evadí tratando de poner excusas; sin embargo, insistieron una y otra vez.

        No sé a cuántas coronaciones había asistido, desde el Atlántico hasta el Mediterráneo, de Este a Oeste. La Virgen de los desamparados es la patrona de la Comunitat Valenciana, cien veces me repitieron que la hermandad tuvo como objetivo atender enfermos, recoger niños locos y extraviados. Yo prefería la celebración de San Genarín, su historia contrarrestaba la solemnidad de las hermandades que llorando cargaban vírgenes. «Genarín fue un pellejero, borracho, aficionado a las mujeres, atropellado por un camión de la basura mientras realizaba sus necesidades en la base del tercer cubo de la muralla de León durante la madrugada del Viernes Santo. Años más tarde, en 1930, el mismo día de su muerte, cuatro hombres se agruparon en una plaza y bebiendo orujo recitaron poesía y conmemoraron la vida del personaje dándole forma a la idea de que era un santo. La procesión ha ido multiplicando el número de visitantes, se hace una cena regada con alcohol y en procesión se marcha por el casco antiguo pasando de taberna en taberna para pedir vino.

        El destino es el tercer cubo de la muralla donde murió al ser atropellado y donde se ofrecen unos presentes al santo, queso y pan, aguardiente de orujo, naranjas, y una corona de laurel.

        A San Genarín se le atribuyen varios milagros, entre ellos, la redención de la prostituta que lo encontró muerto. Según la tradición, dejó su oficio y se volvió a su Lugo natal en Galicia  [1]».

        ¿Cómo explicarles mi predilección pagana anteponiéndola a la religiosa? Los diálogos estaban basados en un amplio espectro gastronómico. En la geográfica profunda y diversa la actitud era la misma, tradiciones y costumbres con un lineamiento casi exacto. Todo lo que me relataba el grupo transcurría entre comedores, cocinas o restaurantes.

        Narré anteponiéndome en un ejercicio mental que se profundizó para justificar mi hastío. Yo en el Arde Lucus, la fiesta medieval que se celebra en Lugo y que revive el pasado de la ciudad amurallada en el enfrentamiento de celtas contra romanos; yo en la Cabalgata de los Reyes Magos en Pobla do Caramiñal, Ferrol y el río Turia; en la vendimia de Cambados; de Cambados al Corpus Christi. En las noches de San Juan, en las playas de Riazor, en la Malvarrosa y la costa alicantina; en el Magosto; en la Diada y el Caparrós. Asistiendo a moros y cristianos en Alcoy, Bocairent y Villena; en la feria de abril en Sevilla. Sobre la mesa el detalle formaba parte de lo trascendental, referí, escuché, vi y de tanto en tanto preferí deambular tratando de abrir un espacio nuevo, y de inmediato saltó a mi vista la orden monárquica con su sarta de ducados y marquesados. Saltaron los súbditos voluntarios haciendo formas reverenciales a la corona, los fanáticos de la pulcritud masticando carnes que destilaban grasas intestinales mientras formaban fila para el besamanos; las gitanas videntes, los tragafuegos, un malabarista rodeado de indigentes ambulantes ofreciendo porquerías industriales; saltaron los turistas ingleses con caras insustanciales disparando sus cámaras sobre el monumento de un toro, engullendo cortes, devorando tapas, bebiendo enormes jarras de cerveza, tratando de imitar un baile mientras que tropezándose caían.

        Afirmé que la vida es un escenario controvertido. Mi atención pasó a la rigidez de tantos sitios, a pesar de lo minuciosa de cada historia, enaltecerla y repetirla de forma simbólica me mantenía hipnotizado. Opinar daba igual, a mis compañeros de trabajo les gustaba hablar cuando comían, escuchan poco. Los cerebros se vaciaban de tanto ego en la mesa. Una parte de mi cuerpo empezó a fantasear con alguna persona en otro sitio. Mi conciencia era un puente. La amplitud de la atmósfera la completaban; comunistas, neonazis pro fascistas que despertaban heridas históricas de exterminio, simbologías ondeadas en banderitas, cruces, esvásticas, grafologías marcadas como la ganadería, un límite al cruce desencadenando en sedes religiosas, intenciones en curas con manos temblorosas que acariciaban la cabeza de un niño… todo entre dioses, figurillas, hermandades, llantos y procesiones.

        ¿Quién le dio tanta solemnidad a tanta estupidez? El grupo desde sus cómodas sillas se sonríe sin aspavientos. Todo hizo una suma, rara, imprecisa. La historia se había concentrado en las fechas, en los noctámbulos, en las ideas en desuso. Como una máquina obsoleta la mente se evaporaba en un circo y así, saltó la cuerda, me elevó impreciso. No tuve más remedio que sucumbir, siempre participo en lo que retrato. Inmerso en la trampa puse buena cara donde todos nos convertíamos en nada.

***

La carta

        San Francisco, California 2005

         Han pasado tantos años y estoy muy apenado contigo porque hasta ahora no te he escrito. Te juro que he tenido muchos intentos, todos infructuosos. La primera vez iba a comenzar con un ¿cómo estás? La segunda, fuecontándote las penurias que pasé con una hermosa mujer de la que creí estar enamorado, pero ya sabes cómo soy, a los días ya no era nada; las líneas perdieron importancia. Me cuesta tanto escribirte, no sé cómo empezar.

        He recibido algunas cartas y todas son tan vacías. Por otras bocas sé que estás bien. Me imagino todo el maldito camino y la angustia que tendrás que haber soportado para estabilizarte un poco. Por mi parte, te comento que pasa algo extraño, voy de un lado a otro, pero cuando parto es el momento en que mi estabilidad está en su mejor momento.

        No puedo con la rutina, aunque de esta se desprenda dinero. Créeme quiero que vengas y me digas si estoy enfermo o es algo común en este tipo de vida. Han pasado tantas cosas, he conocido tanta gente. Ya estoy acostumbrándome a todo esto.

        Puedes imaginarte, después de haber estado en tantos lugares de este país, tan grande y tan loco, cada uno tan lejos del otro. Y tú, sabiendo cómo vivo, que si no imprimo eso de exceso no hay razón. Sí, es para desesperarse, pero increíblemente he conservado la compostura.

        Aquí la variación son las máscaras. Antes tenía que soportar la horrible injerencia vecinal en la vida privada; los prejuicios bíblicos en una descomunal envidia que penetraba todos los entornos. Esperar la noche se me hacía duro, era un instante en que desaparecían los «no podrás». Hoy en día la náusea es por una adoración al hierro, al concreto disfrazado de neón. Aquí la máquina nos ultraja, da vueltas sobornándonos por un millonario lucro. Creo que mi juicio empeora cada vez que despierto; aunque nadie juzga mi conducta pago mi individualismo con un extraño culto a la crueldad. Veo gente reclamando en el piso mientras llora, hombres y mujeres que mueren, y soy incapaz de tener un sentimiento de compasión. También observo innumerables personas dotadas de poderes psíquicos tratando de influenciarlo todo. Por ejemplo, este día fue de una pausa atroz a una lluvia que cesó en el mediodía y renovado el sol me desentendí de la enorme cadena que significó diciembre. Te preguntarás qué pienso ahora y te puedo decir que lo mismo, ir a otro sitio. Perdóname, pero no me vengas con lo mismo de todos de que hay que sembrar raíces. Mi madurez es de viajero, viajero pobre o como lo quieras llamar. Solo te diré que he aprendido a subsistir sin hacer nada ilegal.

        A pesar de tanto, creo que me voy aliviando, aunque no me confío, vivo preparado para lo peor, sé que a la vuelta de la esquina está el holocausto. El reto ahora será derrotar ese vínculo de bajada. Trabajo en ello, no quiero tener que esperar para solucionar algo que tú sabes muy bien no tiene nada que ver con agradar a la sociedad.

        Estoy presto a enfrentarme porque quiero extirpar al idiota que detiene el influjo de mis palabras con sus taras emocionales.

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