Ser
Si esta noche se resumiera en fuertes olas golpeando mis ventanas,
si tan solo los ríos y los muertos fueran parte del escape a los ojos al mirar fuera,
sería divina mi existencia.
Y es que vivir en el silencio o vivir del silencio
no me hace ingrata del mundo,
como quien no sigue establecidos en un testamento que jamás leí
porque soy serrana ignorante y el Dios,
que sabe de capital y realidad
se negó a aprehenderse de mis entrañas.
Por ello
no sirvo, no otorgo, no adivino, no gozo, no bebo
del halo impropio en suplicia
pues padecen los rostros de aquellos que se afirman útiles al mundo.
Yo
– esta y todas las noches –
Lanzó el alma al camino de los mares, pues yo,
rechazo ser para el mundo, pero ansío ser con él.
No es mía esta finalidad,
pues aquellos a quienes este mundo silencia
nos gozamos de lo marrón en las pieles para sentirnos tierra
y alzar la vista al claro cielo, al árbol que apremia la belleza
y al silencio.
Por eso gozo de mi inutilidad y mi fracaso
ya no le lloro,
ya no lo condeno
a los dichos de diferentes que
afirmaron en algún momento:
“Ustedes, negros bravíos,
barbaros del ande,
usted que alaba al río muerto,
¡ahóguese en él!”
Alta mar
Llorar,
en acto
es bastante simple.
A razón de la existencia,
temo y lloro seguido,
consiste en la premonición del dolor,
se esparce en mejillas
se enreda entre piernas.
Ligeramente,
botamos el ruido
que acrecentó dentro del viento
lejos de altamar,
luego podríamos oler sutilmente a marea,
cubrirnos de noche y volar a los cielos,
-declaración de mi dolor-
no estoy segura de la similitud del tuyo.
Mi madre lloraba a causa del cáncer
la ejecución era igual de sencilla,
botar líquidos poco dulces
los suyos: enfermizos.
Mi padre,
lo hacía parecer más complejo,
a escondidas
se diseminaba en el retrete
ahogado a modo de infante.
La muerte nunca fue tan simple,
ni el lamento incesante de vivir.
Mi progenitor y yo
prostituimos llanto ante tumbas fétidas;
y al fin pude ser
vacío en línea recta junto al ocaso
uniendo mis aguas con las grandes.
Nosotras
Envuelta: floripondio,
deshecha: solo jugo.
Mi talento es pudrirte los dedos bajos
y reír muy fuerte,
llamar la atención
hasta consumirme en el fuego.
-el ande en tempestad-
Mi pubertad fue sangrienta
por eso, una de mis madres
obsesionaba su tiempo
en corregir mis vicios,
es que había entendido
la muerte de mis privilegios,
ciertamente,
al concebirme en semilla.
Pero morí en un descuido a su cuidado
caí en una fosa
que coloreó mi piel de tierra.
me obligaron
a sostenerme de raíces curvilíneas,
Por mi salvación:
la tierra se pudrió entera.
Clonazepam
Levanto el brazo 11:30
entre la entelequia que se ahoga con la abertura de mis ojos,
bebo crema para el dolor de panza,
es que hay un malherido dentro de mí:
un hombrecillo que sedujo el veneno.
Entonces, nos vimos inertes entre camas de hospital:
una blancura que enferma los huesos,
que cede a la emboscada de la niebla.
Hoy bebo rápido crema blanca,
¡Ay la blancura del mar,
Ay la blancura del clonazepam
De la ola, del naufrago, ¡del vino!
Concepción – s u r
Cuando inició la matanza
de los órganos mentales de mi madre
se mudó la peste a las esquinas de casa,
y se extendió la amargura a la raíz del tumbo.
Cuando el lunar de mi madre cayó rendido
en la sopa verde
se formaron olas de insurgencia animal,
tomaron vuelo las viejas gallinas
y todo cuy optó por el suicidio.
Cuando la locura de mi madre tomó elocuencia,
se pintaron los suelos de sangre vegetal
y los techeros tomaron fila
en bienvenida a la muerte.
La infertilidad de mi madre
Ser hija
es creación de algún dios errado.
He sido concebida,
pero me amarraron a los tres años
con el fin de protegerme de malos vientos
y demonios andinos.
La oscuridad estuvo siempre cerca,
deseosa de nuestros espíritus,
hambrienta de la sangre comunal
derramada en la guerrilla sobre nuestros ríos.
Mi madre, se ahogaba en su seno
con toda la leche que no podría darme después
por la enfermedad del miedo
por el veneno en mi semilla.
Huacarpay
Bajo horizontes y montañas
existe el viento,
Bajo témpanos en la helada
porque, a veces, muere el ande;
y gobierna un panteón de aguas,
Aguas que afinan, en sus quenas, coca dulce
Y como tesoro:
un gorrión dormido,
En la laguna
¡Sí!
en la laguna.
Dícese, en los cantos de huacarpay,
que cuando despierta
Infancias vuelan a la cima del nevado
y que de sus pies florecen
quewiñas como piel.
Dícese también,
que cuando se bebe de sus aguas
Hay un gusto a mar,
es que es la sal
de todo aquel
que cree, por un momento,
gobernar sus piernas.
Lima Ocre
Frente a mi ventana se inunda
edificio tras edificio
de ocre punzante.
A mis ojos,
les han dañado sus raíces.
Lloran porque
en esas esquinas
se hiende el recuerdo
del verde vivo de la sierra,
del vino desbordado como lluvia.
En la naturaleza de asfalto
se niega toda putrefacción comunal
se ríe y se afirma una riqueza
que no es mía.
Y aquí muero,
destiño
emblanquezco.
Beber
Quien entienda el dulzor de la caña vulnerando los abismos,
quien goce del llanto en la noche azul encorvada
será quien extirpe el bulto en los pies, pues bien sabe que,
el dolor se acurruca con la tierra y
qué mejor que la sangre goteando a su viveza.
Quien se beba el alcohol como río dulce,
verá a sus padres muertos al voltear los ojos
y le bailará al demonio en la comodidad de casa,
pues será más que humano,
aunque los órganos infames se hagan piedra,
y su panza pudra al albur de lo ajeno.
TerokAlero
Hay una laguna de aguardiente en la mirada de aquel diosecillo callejero.
“Terokalero del centro”
lo llaman los gallinazos de Jr. Ucayali.
Yo, prefiero observar el cáncer de mi nacimiento en su mirada.
Diosecillo, hazme parte de tus ojos
para aguardarme en silencio en estas calles que queman.
Y explícame,
cómo tomaste la aspereza
en la dulzura de este hastío moribundo
QUE ME MATA.
CANSADA
Cansada del sol en el paso de la avenida y en los matorrales del hastío,
del niño amputado en la esquina junto al huayno y la mendicidad,
de la dulzura de los ancianos que van y vienen, en colas de burocracia,
a su paso… l e n t o.
Cansada de la bulla de av. Abancay que, risueña canta tintineante de 5 a 8,
de la basura que se convierte en mar
y la policía en pose de ímpetu.
Del cristo estampado frente al parque universitario
que ha sido silenciado ante la inmensa impunidad,
contra las víctimas de la “democracia”.
Cansada del despertar febril de este país.
EL GENOCIDIO MATÓ A JESUS
Alguna vez me cogí a Jesús,
un libanés de pelo rizado,
piel transparente y sueños violentos.
Suave bruma de angustia,
viento de oriente en el sur invernal,
piel sobre piel, contraste racial.
Había huido a los 7 años de la guerra,
reminiscencias entre mis senos
de dolores comunales
y masacres.
Así que hablamos
de la sangre en el ensueño,
de lejanos mares
y cercanos ríos.
Alguna vez me cogí a Jesús,
era terso como un manantial
y como divinidad
alzaba los brazos
en bienvenida a la crucifixión.
Y brindamos con un Kintu
por su pueblo
por el mío
y por la revolución.
A continuación, presentamos a la poeta Yana Wayta con sus propias palabras:
«Andrea Orduña, se me hace un nombre bastante ruidoso. Por eso, a causa de mis raíces y la melodía infinita del hablar de mi abuela, decidí llamarme Yana Wayta, en español: flor negra. Es que la oscuridad no solo la tengo salpicada por todo el cuerpo. Nací en el Cusco bajo el Apu Picol en un contexto político cancerígeno, molestia que contengo 21 años después, por eso e infortunios de un crecimiento socialmente caótico, decidí estudiar Derecho desde hace tres años. Ese tiempo es el que llevo en esta ensordecedora ciudad, Lima: infierno del inocente y amiga del sicario hambriento, desde entonces padezco lejos de la tierra fría, del carbón quemante de casa y de su adobe siempre intimidado por las lluvias iracundas. Yo no soy poeta, soy la imagen del vacío central del Picol o la helada de cada junio».