El aura azul de Sasha: Aproximaciones a «El muchacho azul» de Aleksandar Vutimski en traducciones de Marco Vidal

Aleksandar Vutimski (Svoge, 1919 – 1943) fue un poeta búlgaro del siglo XX. Casi toda su familia se vio afectada por la enfermedad de la tuberculosis y siendo pequeño se mudó a la capital búlgara. Estudió Filología Clásica en la Universidad de Sofía. Su poesía está dedicada a la ciudad y al amor en la que domina una percepción del mundo nostálgica y melancólica bastante novedosa para el panorama literario búlgaro. Entre los primeros autores búlgaros en tratar la homosexualidad y la estética en su obra, Aleksandar Vutimski no logró publicar ningún manuscrito durante su corta vida. Sus primeros poemas fueron publicados en revistas literarias de izquierdas de la época como “Uchenicheski podem” (Auge Estudiantil). Sus obras más importantes fueron publicadas en la revista literaria y de arte “Zlatorog” (Cuerno de Oro). Ha sido objeto de estudio de numerosos críticos literarios búlgaros, siendo considerado uno de los poetas búlgaros modernistas más significativos pero menos conocidos. Murió en 1943 en un sanatorio de Yugoslavia a la temprana edad de 24 años.

Poesía amorosa, de ensueño. Poesía cándida, sin palabras llanas ni graves. Poesía que va más allá de los límites terrenos y del inframundo. Quizá así podemos describir la poesía de Aleksandar Vutimski, que llega a nosotros gracias a la labor investigadora y lingüística de Marco Vidal (*) quien ha traducido algunos de sus poemas para compilarlos en un poemario bilingüe (español – búlgaro) titulado Muchacho azul (La tortuga búlgara, 2020). Esta obra recorre y recoge algunos de los parajes más inhóspitos e íntimos del escritor. Camino que era, hasta ahora, poco reconocido. Y es en este camino que acogemos, con amor, la palabra poética de alguien que sigue en la memoria de muchos. Porque la poesía de Vutimski es amorosa, pero no empalagosa. Es de un ser sensible que va más allá de lo convencional y de lo estático. Por ejemplo, recién abriendo el libro, encontramos este hermoso poema:

¿Por qué?

¿Por qué me acaricias mis manos tú?
¿Por qué tan serenamente besas las palmas de mis manos?
¿Por qué sonríes en silencio
mientras me tocas la mano?

¿Por qué junto a mis labios respiras
en la esquina junto al silente mostrador?
¿Por qué tan sigilosamente bailas tú
al anochecer mientras llueve?

¿Será esta noche lluviosa y azul
en la que nos hundamos ebrios en el silencio?
Bajo la sombra en la oscuridad de algún parque
¿gemiremos abrazados de nuevo los dos?

¿Por qué en esta vieja taberna siempre
me buscas tú y yo te busco solo?
Solo de día, pero sediento de noche,
sediento de tu voz, de tu baile, de ti…

Siéntate a mi lado ahora… Baila más conmigo…
…Aunque caiga rendido…
El tabernero mañana me dirá en voz baja:
“De nuevo está usted solo, amigo, ¿por qué?”.

Un poema tan sencillo, pero que nos cuestiona, que nos hace regresar a aquella luz donde caíamos besando la noche. En aquella banca de parque mientras los románticos caen en las auras de la pasión. Es posible que con palabras y estructuras tan sencillas, Vutimski aspira a indagar en los parámetros más hermoso del amor. Porque no hay una razón exigente para hablar de heterosexualidad u homosexualidad o de cualquier otro tipo de amor. El poeta usa aquí las palabras para volver su experiencia en universal. Sino que leamos este poema tan suyo y tan nuestro:

Poemas al muchacho azul

1.
El muchacho de plata, aquel de las boinas azules
y las charreteras, resultó ser un sueño.
Que me halle hablando con gatos y estrellas
posiblemente al ron se deba.

Yo no he vivido en un patio entre árboles
bajo nubes y anaranjados atardeceres.
Para el muchacho de plata cogí yo el retrato
del negro del calendario francés.

Borrachos y dorados ángeles he anhelado.
No ha llovido, pero la lluvia yo he oído.
En la oscuridad atardeceres yo he presenciado
y no son manos lo que he besado, sino farolas…

Desde el azul yo mismo he contemplado
labios y ojos imaginarios,
tazas vacías, lágrimas y bailes…
He estado ebrio y entiendo que he estado loco.

2.
Ya no te espero… ¿Marcharás tú
junto al sol que se escabulle?
Acaso de nuevo serás ocaso tú
sin llamas, sin sangre ni lágrimas…
Viaja, fúndete en el crepúsculo, saluda a la lluvia.

No soy yo quien te besa, no soy yo el que llora de nuevo,
[ni siquiera quien sonríe.
…¡Me temo que solo has sido un ángel imaginario!
Y tú eres ocaso.

Pero el muchacho azul no ha sido
Muchacho de gorro azul y plata
con ojos de baile sureño,
aquel ebrio muchacho que de lejos susurra: Sasha1
Y esta noche
…Ay, la vieja farola me llevaba a la iglesia
[bajo el horizonte nocturno.
Cúpulas de niebla, cúpulas de luna e invierno.
Yo también he caído en la nieve
bajo dos fríos y mudos ojos…

¡Policía! ¡Policía!
Sálveme de mis recuerdos.
¡Policía!
Haz que el día tenga lugar…
Pero voy a llorar…

Es posible que el muchacho azul haya existido.

_________________________________
Diminutivo de Aleksandar.

De la forma más sencilla y sensible, Vutimski nos habla sobre el amor y la desazón del adiós. De esa distancia física, pero elemental de un amor que se tuerce y que se estira. De aquel deseo que vuelve cenizas el corazón. Como aquel adiós que jamás debe decirse, ni por la presión social ni por las penas personales. Distancias físicas que se alimentan de la esperanza personal.

***

Los años se esfuman sin dejar rastro alguno
y tú sin embargo no estás, todavía no has venido.
Algunas personas se van… Otros sin embargo nacen,
y el sol sale y se pone.

Te echo en falta, ya no estás en mis días.
Dónde están sino tus ojos, tu sonrisa.
Cuando tú te reías yo estaba alegre,
cuando tú estabas angustiado, yo sufría.

Cuando estaba a tu lado yo vivía,
amaba a la gente, a los animales, al mundo.
Hoy te echo en falta, mi alegría se fue,
y cuando en ti pienso me lamento.

Seguramente te respiraría como al aire mismo,
pues sé muy bien lo que para mí supones
y si tú no vinieras nunca más,
mi vida a prueba se pondría.

Pero que supone un alivio cuando se tiene noticia del ser amado. Aunque el corazón comience a sonar como las hojas secas por el otoño. No hay otra forma de contentar el alma: hay que amar. Y Vutimski tiene claro esa exigencia elemental de amar, aunque la pena sea como un aguijón que deja ardiendo el espíritu. Porque toda noticia de alegría tendrá, consigo, una pizca de nostalgia.

Carta

Cuando entré en aquel desierto hotel,
los pasillos estaban casi a oscuras.
De la recepción cogí yo una carta
con una letra ya vieja y olvidada.
Y por un instante permanecí inmóvil,
con mis manos delgadas.
¡Aquella carta que un tardío día de verano
leí yo en el hotel!…

Entonces me alegré. Esas letras,
manchadas de tinta morada,
palabras torcidas, seguidas de tres puntos.
Tú decías Querido Sasha…
Y yo casi me ponía a llorar.

Durante mucho tiempo estuve andando
por los escalones y por el pavimento en el verano
mientras la gente se extrañaba
al ver aquel alegre muchacho que lloraba
con un pequeño sobre morado en su mano.

Pero Vutimski sigue siendo hombre de su época y entrega todo su arte a aquella pena que lo consume. Transmite sus emociones en versos que atrapan lo cotidiano, que observan, juiciosamente, la sociedad que se consume, lentamente, en sus propias manos. ¿Él quién es? Solo el poeta que reclama y que ama.

La Europa depredadora

1
El mundo estallando y nosotros ensordecidos,
abrumados por las noticias, los discursos, los eventos.
Las noticias vuelan como un rayo.
Y tú ajeno ante este panorama.

Europa pierde su aliento por la destrucción,
asolada bajo banderas de guerra.
París está muerto. Londres desolado
se derriba por todos los tiempos.

Un desagradable líder fanático
traza una cruz sobre los dos polos.
Ya está decidido que desde hoy mismo
lo que Europa necesita no son libros sino bayonetas.

¿Qué más da que de este mismo aire aquí
hayan respirado Rembrandt, Kant y Dostoyevski?
Con una bayoneta Europa apunta decidida
a su propia cultura y a su progreso.

¿Será en el oeste donde la puesta de sol acontezca,
o un nuevo mundo bajo los estruendos nacerá?…
El mundo estallando y nosotros ensordecidos,
una desgracia que ante todo nos hayamos vuelto impasibles

2
Ellos eran pequeños pero tu ferrocarril
y tus ciudades han construido.
Tu tierra en búsqueda de minerales han excavado.
Con tractores, palas y heroísmo
han surcado tus tierras, tus llanuras,
con la esperanza de que nunca los patearías
ni los ignorarías como a tristes y malvados hombres:

tus trabajadores, oh, Europa.

Y así ocurre: que por tus pecados estás pagando.
Habiendo olvidado que existe la justicia,
mimada, sotisficada y avariciosa,
el oro de los continentes tú has chupado.
Has robado dátiles y diamantes,
cacao, fruta, hierro, carbón,
a cambio de una miseria los has saqueado
frente a los ojos de las mulas de carga:

tus trabajadores, Europa.

Ahora aterrada y patética te escondes
en las oscuras mazmorras de Londres.
Ya no bostezas de aburrimiento detrás del abanico,
no escuchas jazz y no, ya no bailas más.
Los estallidos son ahora tu música
y los incendios tu digno atrezo.
Pero otra vez, por desgracia, por ti mueren
bajo el resonante estruendo de las bombas, desgarrados:

tus trabajadores, oh, Europa.

3
Yo no detesto a tus pueblos.
Y creo que ya agonizas.
Y no será sobre la tumba de tus trabajadores
donde logres acabar con tu oficio depredador.
Estas manos, que todo construyeron, para demolerlo servirán
y toda la tierra distinta será.

Eh, Europa, mátame… mátame, bruja.
Sobre tus calderas de sangre y oro
yo respiraba alcohol vaporizado.
Bailaba, cantaba, escribía versos.
Y aquí estoy ahora, mírame, más viejo que tú
y al igual que tú, amenazado de muerte.

Los listillos al leer mis versos sabiamente
sonreirán. Luego los ignorarán.
Poeta reaccionario, exclamarán.
Por enésima vez no desaprovecharán la ocasión
de charlar sobre fundamentos y posiciones.
Ellos seguirán discutiendo sobre Hitler
y viviendo en su estética sublime
de panfleto de barrio.

Oh, Europa depredadora, tú tienes hijos:
un rebaño de imbéciles parlanchines.
Oh, Europa, deja que al menos ellos sirvan
de abono para un fructífero y deseable futuro.
Retuércete, muérete y maldice.
Eh tú, bruja… ojalá toda la gentuza se extinga junto a ti.

Yo ya tengo de qué morir.

Pero la muerte, que el poeta anuncia y denuncia, que abraza a esa nación que depreda a sus hijos, jamás es un arma de muerte instantánea, sino que ataca lentamente y, en ocasiones, se presenta como un amor encontrado de manera fortuita como lo es encontrar una estrella en medio del manto oscuro de la duda.

Un recuerdo nocturno

Hacía mucho tiempo que no te veía.
Y hoy tú pasaste por la calle desvanecida.
Sobre ti el cielo, alumbrando en la oscuridad.
¿Escuchaste tú mi grito taciturno y doloroso?…

Tus ojos son azules, azules como nunca…
Tus ojos en mí han fijado su mirada.
Y los lirios en el crepúsculo se han inclinado
para escucharnos en el parque charlar.

¿Acaso alguna vez me recuerdas?…
No lo sé, pero yo nunca te olvidé.
Los días van pasando, aburrida y silenciosamente.
Sin darme cuenta empecé a vivir junto a mis recuerdos…

¿Junto a quién pasearé ahora por las noches?
Soy diferente a los demás.
¿A quién le hablaré de versos, de poesía,
dónde me detendré cuando esté triste,

cuando sufra, cuando tenga frío?…
Intentaré vivir solo.
¿Pero la alegría de que el sol sobre mí se halla
podrá acaso lograr apaciguar mi juventud?

Esto permite que la vida entera se vuelva en una obra, en un poema. La nostalgia misma abunda en la mano para comenzar a escribir y así será como Vutimski transforme lo cotidiano en algo extraordinario. En un lenguaje sencillo, pero sensible, tan humano como las lágrimas que caen al recordar la vida que se perdió y que se pierde en el día a día.

Infancia

Aún recuerdo aquel pequeño patio
y esa pobre chabola en su interior,
que tal como una enorme tortuga
dormitaba bajo la límpida amplitud.

De noche sobre las verdes praderas
se iba marchando la luna vagabunda.
Y las tilias bajo la luz de la luna
eran negras, eran terribles gigantes.

Y cuando mi entrañable padre
seguía sin volver del frente,
mi mirada yo clavaba en las ramas plateadas
y en él yo pensaba por las noches.

¡Resulta que en vano lo he esperado!
Recuerdo la luna descolorida
y los ojos de una mujer,
con un húmedo destello brillaban en la oscuridad…

¡Ay, estos días de entonces!
¡Ay, estos últimos años!
Mirad, los cielos vuelven a su azul,
de nuevo la amplitud límpida suena.

A nadie espero hoy que vuelva
yo no soporto esta pura amplitud…
Aún recuerdo aquel pequeño patio.
Aún recuerdo aquella casa sigilosa.

Y quizá así es su poesía de Vutimski: un recorrido personal que comenzó con una suave brisa y finaliza con aquella densa neblina que cubre penas y esperanzas. No hay otra forma sino recordando al poeta y su palabra.

Un paisaje uniforme

Las nieblas descienden. La noche susurra.
Y los vientos se marchan con la lluvia.
Los caminos dispersos por el viento se alejan
hacia el fondo de la oscura amplitud.
Entonces,
bajos los viejos y ensimismados árboles,
pasan las cabras cansadas
y el cabrero apacible en el crepúsculo silba
bajo el infinito destello de la lluvia.

Él mira un buen rato las casas calmadas
y el crepúsculo, y los caminos dispersos por el viento.
La niebla cae lentamente sobre sus ojos:
Los árboles están tristes y solos…
Y las viejas cabras andan sin cesar…
Y el cabrero apacible en el crepúsculo escucha
pasos solitarios, vientos y suspiros:
y silentemente él sonríe y calla…

La lluvia susurra. El cabrero sigue caminando
junto a las casas y las tranquilas cabras
hacia los horizontes oscuros y nebulosos.

***

(*) Marco Vidal González (Sanlúcar de Barrameda-España, 1995). Poeta y traductor. Graduado en Lenguas Modernas y sus Literaturas con Mención en lenguas eslavas por la Universidad de Granada (España). Obtuvo el premio Mundos y Colores (2017) de la Asociación de Periodistas Hispanohablantes de Bulgaria por su blog literario La Tortuga Búlgara, donde escribe sobre lengua, literatura y cultura búlgaras. Fue finalista en la II Justa Poética Alexandre Amad por su poema “Tres Maricas”. Redactor en la revista literaria búlgara Нова социална поезия (Nueva Poesía Social). Sus poemas y traducciones han sido publicados en diversas revistas digitales y en papel en España, Bulgaria, Italia y Macedonia del Norte. Se desempeña como traductor de poesía del búlgaro y del macedonio al español. Ha publicado Nueva Poesía Social. La Antología (2020), Muchacha Blanca: Selección de poesía de Vladimir Sabourín (2020) y El Muchacho Azul de Aleksandar Vutimski.

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