John Gómez (Bucaramanga, Colombia 1988). Magíster en Filosofía y Escritor. Director de la plataforma cultural Alter Vox Media, la Editorial Sátiro y la Librería Zarigüeya. Creador del Certamen Nacional de Poesía Basura John Gómez. Perdedor en infinidad de concursos, premios y convocatorias literarias Autor de XIII (2019), No te creas poeta (2019), Fantasmas (2020), Baladas Baladíes (2020) y Poemas para lidiar con uno mismo de madrugada (2021). Detesta las mafias alrededor de las instituciones culturales y sueña con la llegada del fin del mundo.
Primera línea
Quiero verte resistir
un chorro de agua
que podría calmar
toda la sed del mundo
pero no tu sed, vida mía,
tus ganas de llegar a casa
y encontrar a todos
sentados a la mesa
y saber
que hay para comer
que no hay que correr
que no vas a morir
que tu corazón
no será
un latigazo más de rabia
en las garras de los buitres.
Quiero verte caminar
y cantar con alegría
porque el futuro es ahora
porque la noche no pudo
devorar tu miedo
con el espanto
de las sombras sin rostro
que respiran en tu cuello.
Porque yo te vi nacer, vida mía,
te vi pender del seno de tu madre
y dibujar
sobre su vientre
un sol blanco
que nos abriga a todos
que nos cobija
con el mismo calor
con el que diste tu primer beso
a la luz de un banco en llamas.
***
6402
De pie frente al fogón
madre hierve el chocolate,
intenta adivinar mi voz
en su borboteo.
Al otro lado de la casa
los cuadros gritan,
le piden que venga a buscarme,
que quiero dormir en su abrazo.
***
La horrible noche
No podrán contar los muertos
ni pagándose la vida a cuotas,
ni con una sobredosis de heroína,
los verán al otro lado del espejo
juzgándolos con la mirada,
los verán en cada pesadilla,
escucharán sus voces en el viento,
vendrán a buscarlos en el alba,
¿cómo van a ir a trabajar al día siguiente?
¿cómo van a disfrutar de sus enormes ganancias?
¿cómo van a mirar a sus hijos a los ojos
con tanta sangre ensombreciendo la mirada?
Nosotros los buscaremos
en las manos de los niños,
en los gritos de una madre,
en los cánticos de la gente,
en los barrios, en las calles,
donde alguna vez se atrevieron a soñar,
pero ya no vamos a encontrarlos.
Y no podremos contar a nuestros muertos
pues el horror apenas aparece
en el horizonte.
***
Mi abuela,
que no votó por Petro
porque tenía cara de malo,
mira con afán las noticias,
y se hace la señal de la cruz
cada vez que en la pantalla
muestran las paredes calcinadas
de un CAI,
o los ventanales rotos
de un almacén de cadena
al que nunca entró
porque le parecía muy caro.
Yo, que la miro persignarse,
me muerdo la lengua
para no opinar,
y pienso
en todas las madres
que lloran de rodillas,
pidiendo a un dios silente
una palabra de consuelo.
Revista Kametsa 